15 junio 2020

MI GRAN BATALLA



Cada persona es única al igual que cada tumor tiene su tratamiento y después de varios estudios llegaba el momento de enfrentarme a el. El tiempo de un embarazo me dijeron que duraría pero nada parecido a ello sería.


Portacath
    
                    


En poco menos de tres meses habría entrado a quirofano tres veces, para sacar a ese maldito garbanzito, hacer la vitrificación de mis óvulos y por último implantarme una vía llamada Portacath o alias "mi wifi" por donde me subministrarían el medicamento.








Llegó el día de la temida quimioterapia o "polvos mágicos" cómo le llamaba yo. Poco días antes de empezarla, una enfermera me enseño la sala donde se hacen los tratamientos de quimioterapia. Le llaman Hospital de día, una sala con butacas y sus correspondientes dispositivos para cada uno de los pacientes que la reciben. 


Butaca de Quimioterapia

Recuerdo con todo tipo de detalles mi primer día en esa sala. Estaba hecha un mar de nervios, no sabía como mi cuerpo iba a reaccionar, a pesar de las recomendaciones de mi doctor y saber los efectos secundarios que me causaría. Miedo a lo desconocido y otra vez mas miedo por lo que la sociedad estamos acostumbrados a ver. Porque cuando nos dicen quimioterapia en seguida se nos vienen a la cabeza las palabras vómitos, palidez, caída de pelo, agotamiento entre muchas otras. 


Pero esa sala no estaba vacía, estaba llena de enfermeras con una gran humanidad que hicieron que cada una de mis sesiones de "polvos mágicos" fueran mucho mas llevaderas. A pesar de tener en cada una de ellas a mi pareja sentada en un taburete al lado de esa butaca, esas enfermeras pasaron a ser parte de mi apoyo durante los 6 meses que duraría mi tratamiento.

Cada sesión duraba entre dos y tres horas, en total tenía que pasar por esa butaca dieciséis veces. Pero ninguna de ellas sería igual a la anterior. 
La primera se hizo eterna, a la espera de que acabara de bajar el medicamento por el gota a gota y que sonara el pitillo del dispositivo avisando que la sesión había finalizado. De mientras iba observando cualquier reacción en mi cuerpo, pero realmente no noté nada. 

Para las siguientes ese temor fue desapareciendo y esas horas sentada en esa butaca pasaron a ser momentos útiles para escuchar mis canciones favoritas con las que entraba en bucle ("Ella" de Bebe, Chambao, "Mujer de las mil batallas" de Manuel Carrasco...), leer mis mejores lecturas ("El poder de confiar en ti" de Curro Cañete, "El arte de no amargarse la vida" de Rafael Santandreu, "El monje que vendió su ferrari" ...), disfrutar de la compañía de mi pareja, o tal vez echar una cabezadita ya que el medicamento daba sueño y a medida que fueron pasando las sesiones e iba coincidiendo con otros pacientes, esos pasaron a formar parte de mis conversaciones y distracción,  creando un vinculo y sintiendome en familia. 

Que pasaba una vez salía de esa sala? 

Mi doctor y las enfermeras me dieron todos los consejos para sobrellevar lo mejor posible los efectos secundarios del medicamento y yo los tenia que poner en practica. 
A lo largo de los seis meses de tratamiento solo llegue a vomitar una vez pero a lo que mas le temía era al cansancio. Yo siempre había sido de hacer mucho deporte y salir a disfrutar a diario, pero llegó el momento de aceptar que no podía llevar la vida que tenia antes del cáncer, al menos durante el tratamiento y eso fue lo que mas me costó asimilar. 
Fueron esos días de agotamiento total en todo mi cuerpo los que se hicieron mas cuesta arriba, momentos donde tan solo me permitía estar tumbada y deja pasar la horas mientras me repetía a mi misma "TODO PASA" y así fue, a veces en horas, a veces en días pero siempre salía de nuevo esa energía para volver a comerme el mundo y hacer todo aquello que deseaba.

Pero había algo que me preocupaba aun mas, el doctor me dijo que el medicamento producía alopecia.
Realmente se me iba a caer todo el pelo? Durante las primeras semanas del tratamiento mi cabeza no paraba de decirme que yo iba a ser distinta y que a mi no se me caería el pelo, ilusa de mi. Ni un día mas ni una día menos, tal y como me dijo el doctor a los 15 días de haber hecho mi primera sesión empezaron a caer mis primeros mechones de pelo.






Antes de iniciar el tratamiento de Quimioterapia decidí donar parte de mi pelo a la Fundación Oncolliga de Girona para hacer pelucas a personas necesitadas al igual que yo la necesité. Y es que no hay gesto mas bonito que saber que puedes ayudar a terceras personas con una simple aportación.








A los dos días de empezar a caerse el pelo llamé a la que era mi peluquera y amiga de confianza para que me rapara el pelo. Fue la mejor decisión ya que me sentí liberada después del sufrimiento de ver caer cada mechón. 
A diario tenía que ir aceptando los cambio físicos en mi cuerpo. Es en esos momentos cuando realmente te das cuentas que lo importante no es lo físico ni lo material. Tuviera pelo o no mi esencia era la misma. 


Pasar por un tratamiento de quimioterapia no es un camino de rosas, pero hay que saber llevarlo lo mejor posible y saber que al final todo acaba pasando. Mi secreto fue seguir disfrutando de la vida con sus mas y sus menos. No quería que llegara el ultimo día de mi tratamiento y sentir que no había disfrutado de la vida durante esos meses, hay que vivir cada instante como si no hubiera un mañana.

Hoy, después de 4 meses de mi ultima sesión, me dado cuenta que no llegas a saber lo fuerte que puedes ser hasta que la vida te pone un reto como el que me puso a mi. Dicen que la vida da las peores batallas a sus mejores guerreros, pero yo simplemente luche para seguir viviendo. Y aquí estoy escribiendo mi vivencia, con mis nuevas pestañas, cejas, mi nuevo pelo que cada día que pasa se vuelve mas indomable pero sobretodo con mi nuevo yo.

Llegado ese punto, lo peor ya pasó, ya solo faltaba un empujón mas. Faltaban mis excursiones nocturnas como mujer radioactiva (La Radioterapia).


Justamente cuando tuve que empezar con mis sesiones de Radioterapia la pandemia del COVID-19 paralizó todo el mundo, pero mi tratamiento debía continuar.
Fueron veintiocho noches de excursiones al hospital en plena pandemia, teniendo que recorrer mi ciudad totalmente desierta como si de una película de terror se tratara. 
Tumbada en esa camilla y en mascarilla para prevenir ese maldito virus, la maquina radiaría mi pecho izquierdo. 
En mi mente me imaginaba como un mini ejercito de radiaciones fulminaban a cualquier celula mala que podía haber quedado, al igual que los "polvos magicos" que me estuvieron inyectando durante la quimioterapia.

A lo largo de todo mi tratamiento siempre tuve en mente que todo ese largo recorrido era para mi bien, tuve mis bajones pero rápido salia de ellos. La mente es muy poderosa pero a la vez muy traicionera, tenemos todo el derecho de tener bajones pero no quedarnos atrapados en ellos.

Ahora tocaba recuperase de la gran batalla!!!





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